Las prostitutas
no tienen bastante con ser explotadas salvajemente a conciencia por las mafias
que se aprovechan de ellas hasta las últimas consecuencias, con el obvio beneplácito estatal,
cuyas estructuras, lejos de mantener una lucha por la defensa de la dignidad y
derechos que, como personas y como mujeres les pertenecen a tal colectivo, se
dedican a reprimirlas mediante multas y detenciones en lugar de atacar a sus
explotadores, cosa que se hace en contadas ocasiones y no siempre con mucha intensidad.
Las prostitutas, tanto por su oficio, como por su posición subyugada y de esclavitud, como por ser
mujeres, se encuentran en uno de los escalones más bajos en lo que a
indefensión se refiere; si éstas, como suele ocurrir, además son inmigrantes y
carecen de papeles, ocuparán un escalón más bajo aún, uno que les conduce,
irremediablemente, por la fuerza y contra su voluntad hacia una infecta cloaca
de la que difícilmente podrán escapar.
No es nada nuevo hablar de policías
que se aprovechan de ellas (léase vejaciones, violaciones, maltratos y demás
acciones propias de mentes podridas) durante los turnos de trabajo de éstos (da
grima llamar a sus funciones “trabajo”), horas que son costeadas con nuestro
dinero, con el sudor de tantxs y tantxs de nosotrxs. Pero un hecho
recientemente conocido que se dio en Villaverde hace que no podamos quedar en
silencio ni impasibles ante tales hechos, puesto que ya esto es la gota que
colma el vaso (¡qué gran falsedad ésta! El vaso se colmó hace muchas décadas).
Víctor M. G., agente de la Unidad de
Drogas y Crimen Organizado, ha sido expulsado del cuerpo de policía tras ser
condenado a 10 años y 6 meses de prisión (veremos lo que cumple y cómo lo
cumple) por la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Madrid por un delito de
agresión sexual contra una prostituta de la colonia Marconi, a la cual maniató
con unas bridas y la metió en la parte trasera del coche (cabe señalar que las
puertas de atrás de los coches policiales no pueden ser abiertas desde dentro, lo
que imposibilita la escapada), la llevó a una zona apartada, la vejó y la
violó. La mujer era inmigrante y carecía de papeles. Tras la violenta agresión,
un taxista la recogería, completamente desnuda, llevándola a una comisaría de
Getafe. El agente en cuestión, por cierto, había ejercido con anterioridad en
el País Vasco en funciones de acción antiterrorista (ese término tan manido
como difuso).
Este suceso, adquiere un cariz
especialmente grave al entrelazarse un hecho de violencia machista con otro de
abuso de poder.
No es este el único caso en el que
un policía utiliza su privilegiada situación para extender, de forma
indiscriminada y descontrolada, la opresión y represión tan características de
este sistema injusto, desigual, troglodita y criminal que padecemos. Estamos
hartxs de acudir a manifestaciones en las que nos apalean, de que invadan con
su habitual falta de humanidad nuestros hogares para dejarnos en la calle.
Hartxs de que nos sancionen, multen, coaccionen. Hartxs de que se entrometan e intenten
censurar las asambleas que se dan en nuestras calles. Hartxs de ver cómo su
presencia se ha incrementado en nuestros barrios, por los que pasean vigilantes
y chulescos. Hartxs de sus redadas racistas, de sus arbitrarios registros a
ciertos locales, bares y otros espacios. Hartxs de sus detenciones, de sus
torturas en comisaría, de que nos pongan a la puerta del presidio. Hartxs de su
fascismo latente y de sus persecuciones políticas. Hartxs de los ladridos y
mordiscos que, como perrxs de presa obedientes y sumisxs que son, dirigen hacia
nosotrxs. ¡Estamos hartxs de la policía!
Ataca al patriarcado, al machismo, y al sistema que
los protege.
Defiende tu clase y tu dignidad.
Organízate contra su opresión: Fuera policía de
nuestras calles.
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