Quien bien te quiere te
hará llorar, una señora en calle y una puta en la cama, a la mujer y a la burra
todos los días zurra, cojera de perro y lágrimas de mujer no son de creer,…
estos refranes son sólo una pequeña muestra de cómo el sistema patriarcal, valiéndose
de la cultura popular, menosprecia a la mujer y la convierte en un ser cuya
máxima función es la de complacer al hombre por encima de sí misma y su propia
vida, pero, ¿y si no queremos?
Hemos sido educadas para
ser siempre perfectas: la perfecta hija, la ejemplar ama de casa, la entregada
esposa, la sacrificada madre,… a costa de definirnos, no por ser nosotras
mismas, sino por aquellas personas, principalmente hombres, a las que estamos
subordinadas. Toda esta perfección tiene un precio, renunciar a nosotras mismas
y a nuestros sueños. También, hemos interiorizado que lo relativo a lo femenino
tiene una connotación negativa, como por ejemplo, zorra= puta, zorro= hombre
astuto, o nenaza= llorica y machote= campeón.
Todo esto se debe a que el
patriarcado, apoyándose del capitalismo, ha conseguido que la idea de
superioridad masculina, frente a la femenina, forme parte de nosotrxs como si
hubiera sido innato al ser humano desde tiempos inmemoriales cuando, en
realidad, esto no es así.
Podemos observar como los
patrones machistas se reproducen constantemente: en nuestros trabajos (relativo
al salario, puestos de responsabilidad,…), en nuestras relaciones (supeditación
de la mujer, cuidado de los hijxs, del hogar,…), en la televisión (mujer
objeto,…) y un amplio etcétera.
A menudo, nos topamos con
comentarios que parecen inofensivos pero que denotan una conducta machista. Las
cualidades de una mujer siempre quedan relegadas a su apariencia física
teniendo que hacer constantes demostraciones de su valía. Además, hay que hacer
especial hincapié en lo que la sociedad exige a una mujer, traspasando los
límites reales y desnaturalizando lo que en realidad es la figura femenina.
Por otro lado, sorprende
encontrarse, en ocasiones, con mujeres que pese a lo que creen, tienen
comportamientos fuertemente machistas. Por ejemplo, ver a otras mujeres como
rivales y competidoras, pero no como posibles aliadas. Incluso los sectores más
concienciados, respecto al tema, pecan de reproducir estos patrones machistas.
Además, caemos en la trampa de “la mujer objeto”. La obsesión por el físico es
un síntoma del sentimiento de inferioridad femenino, pues no nos van a valorar
en nuestra integridad sino por nuestra carta de presentación, el aspecto.
Esto es en parte consecuencia
del feminismo burgués. Pues parece que con conseguir cierta “liberación sexual”
y el ficticio acceso a altos cargos, está todo conseguido y no hay más que
hablar y hacer al respecto. Esto no es una lucha feminista, sino una batalla de
las mujeres dentro de su propia clase, la clase opresora, pues pretenden seguir
perpetuando este sistema, en el que las mujeres de la clase obrera no entran
dentro de sus planes. El feminismo burgués sólo pretende que las mujeres de la
clase dominante disfruten igual que los hombres de la explotación de las clases
oprimidas.
Es obvio, que bajo el
capitalismo jamás se podrá conseguir la emancipación real de la mujer, sino que
no se dará hasta que éste no sea superado. Teniendo esto en cuenta, debemos
seguir luchando por la igualdad y denunciando al sistema patriarcal sin
dejarnos engañar por los adornos del feminismo burgués.
¡POR
UN FEMINISMO DE CLASE!
¡ABAJO
EL SISTEMA PATRIARCAL Y EL CAPITAL!
POR CRP VILLAVERDE.